jueves, 3 de mayo de 2007

Suntuosa teatralidad made in China

La maldición de la flor dorada. Las pasiones habituales de los poderosos, fastuosidad elevada a la enésima potencia y escenas de artes marciales. En esta nueva aventura fílmica de Yimou, la Dinastía cumple el viejo proverbio chino “Oro y jade en el exterior, podredumbre y decadencia en el interior”, ya que lo bonito del exterior cobija una oscura y atroz realidad

Con esta superproducción, el reputado realizador mandarín suma cuatro nominaciones a los Premios de la Academia (no en vano, en Estados Unidos obtuvo excelentes críticas). Eso sí, a diferencia de las anteriores ocasiones, no en la categoría de Mejor película de habla no inglesa sino en la de Mejor diseño de vestuario.

Ganador del Oso de Oro y destacado integrante de los Cineastas de la Quinta Generación de China(tras la Revolución cultural), Zhang Yimou despliega sus aptitudes en la realización y el guión de esta leyenda épica adaptada de una de las obras teatrales del siglo XX más aclamadas en China, “ThunderStorm” de Cao Yu. Especialista en contar historias intimistas (véase los ejemplos de Ni uno menos o El camino a casa), Yimou es un auténtico maestro a la hora de crear frescos fílmicos gracias a su elegante sentido plástico que suscita en el espectador una experiencia absolutamente sensorial. Pero narrativamente la cosa cambia. Insiste en olvidar poner la trama al nivel del espectáculo; encontrar cierto equilibrio entre contenido y forma.

La trilogía wuxia (incursión en las películas de artes marciales) que el mismo cineasta mandarín iniciara con Hero y continuara con La casa de las dagas voladoras, concluye con los tintes trágicos propios de un argumento operístico. Sin alcanzar la carga emocional de sus precedentes, resulta más arriesgada y, en consecuencia, más compleja de apreciar. Hay quien habla incluso de tragedia shakesperiana en este melodrama de acción ambientado en la China del siglo X, de la dinastía Tang, esa bajo la que todo parecía “lealtad, piedad filial y rectitud”, nada más lejos de una realidad manchada de traiciones, infidelidad y venganza.

Indudablemente lo más subrayable es la brillantez formal en el esmerado diseño de producción: vivos colores en decorados colosales y detallismo ornamental y de atrezo (barrocas y abrumadoras resultan las capas y tocados de la pareja imperial en la fiesta). Haciendo alarde de una fascinante desenvoltura en el manejo del cinematógrafo, este se mueve por los pasillos, se esconde pudorosamente en la esquina de una habitación imperial o se eleva para recoger los orquestados movimientos de la precisa coreografía de las doncellas de la corte o las masas de la batalla —multitudinarias secuencias de lucha propias del cine karateca de los setenta—. Tanto efectismo prima sobre las interpretaciones.
Forzados por lo desmedidos que resultan, los personajes parecen artificiales y planos hasta que se desencadena la tragedia clásica con el gong que marca la hora de la verdad. Entonces, una familia, construida sobre el secreto y la mentira como en Después de la boda, verá cómo el veneno causa estragos en su seno. Tan solo dos nombres: Chow, el emperador, de asombrosa intensidad y la inspirada Gong Li, reina en la trama y musa del realizador.

Actores que nos trasladan más allá del exótico vestuario y de las costumbres de una remota cultura para nosotros los occidentales. Pues la cuestión radica en conocer la sensibilidad oriental para aprender a ver, disfrutar y sentir como si de un desafío se tratara.

5 comentarios:

Helena Muñoz dijo...

Si bien el cine épico destaca siempre por un número de espectadores aficionados incondicionalmente a él, este film pasa de ahí y se lanza a lo más arriesgado. Combinar lo épico con una muy buena dirección y con las artes marciales puede elevar la película al estado de "divinidad del cine" o estrellarla contra el alcantarillado,todo depende de los gustos. Una crítica muy útil y bien escrita.

Me llamaban Ilsa dijo...

Sea el film que sea, en occidente o en oriente, los personajes tienen que llenarse de vida. Actuar no es colocarse delante de la cámara, los actores deben conseguir afectar a algun nivel y de alguno modo a los espectadores.
Si esto no existe, para mi, la carencia de calidad es brutal y prácticamente insolvente.

Por otro lado, no soy gran devota del cine de artes marciales pero sí del cine oriental, aunque podría decir a ciegas, y no equivocarme, que esta película no sería fruto de mi devoción.

Tu forma de escribir convence a cualquiera, más allá del gusto, y llenas de categoría un film que posiblemente no m provoq ninguna sensación... Donde esté el gran Wong Kar-wai

Felicidades por llenar de vida el universo de las palabras!

Anónimo dijo...

Si el objetivo de una crítica es suscitar interés, sugerir, provocar, y si todo ello se consigue a través de un relato muy completo, que desgrana un buen número de rasgos y aspectos de la película sin llegar a descubrirlos...

entonces, por la mente del lector se deslizará, sin duda, la voluntad de comprarse un par de entradas (sí, un par. Aunque el cine épico, particularmente, se disfruta perfectamente a solas...¿no resulta más reconfortante compartir todos los colores y sonidos de un mundo sensorial como el oriental ? Digo más...ojalá el cine oliese.

Para Sophie, de Juan

Anónimo dijo...

Bueno, sobre todo lo que más disfruto de estas películas orientales es el colorido especial, esos trajes y esa filosofía subyacente con ese toque catastrofista; pero esta peli no la vería directamente porque me aburro con las artes marciales tanto o más como con el futbol, así que no me torturaría voluntariamente

Pablo Ortega dijo...

"La maldición de la flor dorada", sin duda alguna una obra magnífica de dirección artística, vesturario y maquillaje. Nada que envidiar a estos mismos departamentos en la película "María Antonieta" de Sofía Coppola, que en la pasada edición de los Óscars arrebató uno a este film: el Óscar al mejor vestuario.

El director participó en la dirección de la película especial hecha para el festival de Cannes (por ser uno de los mejores directores del mundo).