Acostumbrados a tantas películas sobre conflictos en las aulas cortadas por un mismo patrón, esta pequeña joya del cine indie surge cual soplo de aire fresco rozando la estructura documental. El debutante Ryan Fleck aborda con veracidad y moral cambiante una ultrarrealista visión de la vida para adolescentes y adultos que están de vuelta de todo. Refleja la espontaneidad valiente de un director que quisiera saltarse las normas de los dramas prefabricados, las concesiones al cine comercial. Por medio de un sutil libreto y una difusa narrativa, explora conflictos filosóficos y políticos de importancia universal, como el idealismo y el sueño liberal.
Sus dos ejes fundamentales, el profesor Dan y su pupila, Drey (abreviación de Audrey), se hallan inmiscuidos, aunque en diverso grado, en el mundo de las drogas. Uno, brillante impartiendo sus lecciones de Historia, fuera del instituto una honda decepción y frustración con la existencia que lleva lo conducen a una complicada adicción al crack. Ella es el elemento opuesto que Dan necesita, con el que colisionar para que se abra la puerta a una situación completamente nueva. Ambos, almas errantes en un intento por prestarse ayuda mutua.
La credibilidad del elenco resulta, cuando menos, pasmosa. Ryan Gosling, nominado al Oscar por este papel, lleva a cabo una interpretación cargada de matices y apuntala su carrera tras notables demostraciones de actor de raza en El creyente (2001) y El diario de Noa (2004). Hace de un rebelde sin causa enganchado a las drogas duras por su escepticismo y debilidad al que secunda la joven promesa, Shareeka Epps. Chica corriente con una carismática mezcla de inocencia y sabiduría de las calles, le da réplica con unos silencios que hablan del miedo a la cruda realidad. Encarnan, exentos de clichés, a dos personajes sumamente contenidos y, de antemano, derrotados por el vacío existencial.
No hay final feliz, ni siquiera hay final. Es una vuelta a empezar, a caer, rectificar, perder y pedir perdón. Una luz en el fondo del túnel que demuestra que es posible cambiar el mundo, individuo a individuo, que las personas pueden triunfar donde los movimientos fracasan.